miércoles, 18 de marzo de 2015


Las Voces del Silencio.

Hay rostros que reclaman en su mirada
que el silencio no los empuje al olvido.

Son la sombra de quienes dejaron este mundo
sin ninguna razón o justificativo
más que su mero deseo de vivir.
Personas con sueños e ilusiones que jamás cumplieron.

Padres, hermanos e hijos
que dejaron su alma
tallada en sombras sobre muros de sangre…
y que fueron disipándose, uno a uno
sin rumbo, sin aviso.
en aquellos mares que los recibieron
como un puñado de rosas que caían del cielo.
Seres humanos víctimas de la cobardía.

Y en el silencio que encuentro, entre verso y verso
dibujo uno de esos rostros en mi mente
y proyecto una vida que pudo haber seguido…
una historia con la que me identifico, 
y que pudo haber sido mi historia.

La gloria que los envuelve en su manto
no permite que se pase por alto
el significado que su recuerdo,
nos hace eco de sus eternas voces.
En los albores de una Argentina que no olvida
no voy a ceder al perdón. 
No voy a perder de vista el legado heredado de su sangre inocente.
No van a dejar de llover lágrimas por cada uno de ellos.

Porque no eran soldados…

Porque no fueron subversivos…

Porque solo amaron este suelo
Igual que vos y que yo lo amamos.

Cantaron a la misma bandera que vos y yo cantamos.

Tenían los mismos sueños y esperanzas
que vos y yo tenemos.

Hoy, 38 años más tarde,
veo sus rostros congelados en el tiempo
bajo un velo de gloria infinita
que viste nuestras cabezas de blanco,
en un luto interminable, que perdura
generación tras generación.
Y sumo mi huella en este panteón de memoria eterna
por aquellas almas quienes vencieron al miedo…

Quienes ganaron la guerra sin derramar 
una sola gota de sangre ajena.

Los que vencieron sin decir una sola palabra…
En absoluto silencio.
Silencio que no dejará de gritar
en nuestras almas
cada vez que pensemos
en nuestros hermanos perdidos.


*
1976 / 1983

En memoria de las
personas desaparecidas
en Argentina
durante el Proceso de
Reorganización Nacional.
Que Dios Guarde sus Almas.
*

                                                                            por: LUIS SADRA.

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