domingo, 24 de mayo de 2015

La Dama de la Carroza

La  Dama  de  la  Carroza.

                                 

                    Una diligencia, en mitad de la tarde, por el viejo camino del diablo, atraviesa el desierto a toda velocidad. Cuatro caballos negros. Un conductor y un coche absolutamente negro, con las ventanas tapiadas ocultan el preciado botín. El sol ya casi se esconde tras las montañas. De pronto seis jinetes enmascarados salen de entre los arboles tras la carreta que parece desbocada por su velocidad. Se aproximan mientras la alcanzan y le gritan al conductor que detenga su marcha. El conductor no hace caso y sigue golpeando a los caballos con sus riendas. De pronto un disparo le vuela el sombrero al conductor y luego de unos segundos, empieza a detener su marcha, hasta que la diligencia se detiene por completo, en la mitad de la nada.

-Valla que tenes prisa vaquero. ¿Qué llevas en el coche?- le pregunta uno de los seis malandras.

-Si lo que buscan es oro, no van a encontrar ni una pepita allí dentro-Les dijo el conductor, que permanecía estático en la berlina, con las riendas en las manos.

-¡Oye, idiota!, sujeta las riendas a la palanca y baja que quiero verte de cerca.- Dijo otro de los guapos.

                 Entonces el hombre, ató las riendas a una palanca fija que hay al costado de los asientos, y descendió del carruaje y se paró frente a los caballos de los malandras. Tenía un látigo en la cintura, botas negras y un pantalón muy fino de cuero de serpiente. Un chaleco de la misma tela del pantalón, un reloj de cadena enganchado a su camisa y dentro de uno de los bolsillos externos del chaleco. El sombrero del conductor parecía de cuero de búfalo, era extraño pero se lo veía elegante. Tan así que ya los cuatreros se lo veían puesto en ellos, cuando lo maten.

-Oye, cabrón, ¡de dónde vienes con esa extraña ropa fina! ¿De un funeral?- le dijo Jonny, el hermano menor del Jefe de la banda Willy. Entonces todos empezaron a reír a carcajadas, pero el conductor de la diligencia ni se mosqueó.

-Silencio-dijo Willy, mientras desmontaba y se acercaba al conductor, para mirarlo de cerca y medir su temor, así incomodarlo con acritud.- ¿De dónde vienes Vaquero?- preguntó Willy casi susurrándoselo en la oreja del hombre.

-De Condarco- contestó el conductor sin mostrar un ápice de miedo ante Willy.

-De Condarco viene, y seguramente vas para Posterrier ¿verdad?- dijo Willy mientras caminaba alrededor de él, todo el tiempo observándolo minuciosamente sin perderle el ojo.

-No señor, no se equivoca. Voy a Posterrier-

-Va a Posterrier, ¿vieron?, no me equivoque- dijo Willy mirando al conductor justo entre los ojos. Y apoyando su mano en el revólver que tenía en su cinturón le dijo al conductor:

-Y… dime conductor ¿Qué llevas en la caja?-

-Una prostituta- le contesto el conductor.

Y Willy y todos los demás se quedaron mirándolo al conductor de arriba abajo y sin decir una palabra el silencio se apoderó de todo el valle por un instante.

De pronto, todos echaron a reír desaforados, como descontrolados de la risa. –Una prostituta- ja ja ja ja eso decían y eso los hacía reír sin parar.


-¿Y por eso tanta prisa?-Dijo Tony mirando al Pecoso que se relamía pensando en la mujer que había hay dentro.- ¿Acaso el Gobernador de Posterrier la mandó a buscar en carácter de urgente desde Condarco?- agrego y siguieron riéndose aun más fuerte.

-Jefe-dijo el Gordo-esta diligencia negra esta toda sellada, no tiene ventanas, ni agujeros como para tener una persona viva allí. Este idiota miente. Seguro hay un cofre con oro y billetes ahí dentro.-

               Entonces Willy acerco su cara justo frente a la cara del conductor, sacó su arma de su cintura y llevó el percutor hasta atrás. Mientras hacía esto, el conductor apoyo su mano derecha sobre el látigo y separó un poco sus piernas, mientras relajó la columna.

-¿Me estas mintiendo conductor?- preguntó Willy cambiando su tono de voz para increpar al hombre.


-No necesito mentir-dijo el conductor mirando a Willy fijamente a los ojos. Entonces Willy vio que sus pupilas eran blancas, absolutamente blancas y retrocedió unos metros y dijo:
-¿Eres ciego conductor? ¿Acaso no ves un árbol a dos pasos?- preguntó Willy, volviendo el percutor de su arma a una posición segura.

-Sí señor. Soy ciego de nacimiento- dijo el conductor, pero Willy no le creyó enseguida, porque cuando le hablo de cerca, él conductor lo miró fijo a los ojos.

Entonces, apuntó lentamente su arma a la cabeza del pobre conductor y este ni se mosqueó y todos sacaron sus armas lentamente, sin hacer ruido y le apuntaron como para asesinarlo allí, a quemarropa, de unos veinte balazos, pero el conductor seguía allí parado sin moverse de donde estaba.

-Está más ciego que un topo- dijo Willy guardando su arma y todos echaron a reír a carcajadas mientras también guardaban sus armas.

-Bien topo, dame la llave para abrir el cofre, queremos ver la prostituta que llevas. Si nos gusta y nos complace entonces quizás, solo te matemos ahogándote en el rio, si no nos gusta entonces, pondremos dinamita en tus pantalones de cuero fino y los haremos llegar a Posterrier antes que el resto de tu cuerpo-Dijo Willy ya con voz de enfado.

-Hay un problema-dijo el conductor, mientras Willy caminaba para la parte posterior de la caja y se volvió hacia el conductor con los brazos entre abiertos.

-Y ahora, ¿cuál es el problema?- preguntó Willy.

-Cuando abra esa puerta, solo uno de ustedes podrá entrar allí. Este corroborará de que no miento, que ahí solo hay una prostituta, saldrá y les dirá, después hagan lo que quieran.- dijo el conductor.

-Está bien, lo haremos a tu manera conductor-dijo Willy-Tú, Jonny, entra a cerciorarte de que es como el conductor dice.-agrego, mientras llevaba el percutor de su arma otra vez hacia atrás y esta vez apoyó el cañón del arma en la cabeza del conductor, que parecía más tranquilo que un pájaro muerto.

Entonces, el conductor le dio la llave al pequeño Jonny en la mano y este abrió la puerta de la caja del pasajero. Había una cortina negra detrás de la puerta y todos dijeron

-¡Uh! Que misterio- y largaron unas carcajadas.

Jonny se sonrió un poco, pero se notaba en su rostro que estaba asustado, así que, desenfundó su arma y corrió la cortina un poco, como para ver dentro. Entonces, se sonrió y dijo:

-Es cierto Willy, es una prostituta hermosa como una puesta de sol y esta vestida de seda… ¿puedo entrar a estar con ella?- dijo Jonny

-Haber, déjame ver a mí también, no quiero que esto sea una trampa de alguna manera y nos maten-dijo Willy que caminó hasta la cortina y asomándose vio a la mujer que iba dentro.

-Mierda que eres hermosa, ramera, yo voy a ser tu postre corazón, antes de matarte perra, mientras te lo hago por detrás ¿sí?- dijo Willy a la mujer dentro de la diligencia.

Y uno a uno, los malvivientes fueron entrando a la caja con la mujer, mientras Willy permanecía montado en su caballo, apuntando al conductor todo el tiempo. Y la carreta de movía de aquí para allá, tanto que los caballos se mostraban molestos.

Primero Jonny que se quedó, luego entro Tony y el Pecoso al mismo tiempo. Y la diligencia se movía con más fuerza y el Gordo, que permanecía sentado en su caballo sonrió y dijo:

-Ahora sí que hay una fiesta ahí dentro- y se largaron a reír, mientras la diligencia se balanceaba sobre sus ejes.

-Se está poniendo el sol con rapidez, en pocos minutos no se va a ver nada aquí- dijo el conductor a Willy que lo observaba casi todo el tiempo.


-Tú no te preocupes que…-estaba diciendo Willy cuando el Gordo le hizo notar un pequeño detalle.

-¿Cómo mierdas sabe que el sol se está poniendo este idiota, si es ciego?-

Entonces la carreta dejo de moverse de repente y un silencio cubrió el valle desértico por completo.

-Chicos. Muchachos ¿me escuchan?- preguntó Willy preocupado

-Jonny, sal de la carreta ahora mismo.-dijo Willy

Entonces la puerta de la carreta se abrió lentamente y solo se veía la cortina negra, con el último rayo de luz solar, antes de quedar en penumbras todo el valle. Y el Gordo y el Cabrón se acercaron a la puerta de la diligencia con sus armas en la mano y pasaron sus cañones dentro, detrás de la cortina y de pronto, detrás de la cortina, la mujer tomo os brazos de los dos hombres y los metió dentro como si fueran de pluma. Y comenzaron a gritar como si el horror los hubiese poseído por unos instantes, y la carreta comenzó a moverse como lo había hecho antes, mientras Willy pensaba que estaban encima de la prostituta.

Y Willy escucho los gritos y vio como el gordo y el cabrón entraron casi volando hacia adentro que apuntó su arma al conductor para matarlo como a un perro, pero este, sacó dos cuchillos de entre su chaleco y los arrojó con tanta fuerza y velocidad que ambos se clavaron en ambas manos de Willy, quien dejó caer el arma y quedó gritando de dolor y asombrado por lo que el ciego había hecho. Entonces, la carreta dejó de moverse y la puerta volvió a abrirse. Al oír esto, el ciego, se volvió a subir a la parte delantera de la diligencia y tomó las riendas, mientras aun estaba Willy retorciéndose de dolor, con sus manos atravesadas por los cuchillos pequeños clavados en sus manos.

Y de dentro de la carreta comenzó a salir los cuerpos sin vida de El gordo, el Pecoso, el cabrón, Tony y Jonny. Todos mutilados y sin partes de sus cuerpos. Era horrible, Willy gritaba por Jonny, su hermanito y decía

-¡Maldita prostituta! ¡Voy a matarte perra!, voy a matarte a golpes, ¿me escuchas?-gritaba Willy, pero entonces, de adentro de la carreta salió la mujer, la prostituta que él quería penetrar por detrás mientras la mataba. Y ella lo tomó a él de los pelos y lo arrastró hasta meterlo de cabeza dentro de la carreta. Y mientras Willy gritaba como loco desde adentro, la mujer le dijo al conductor:

-terminó el paseo Sebastian, a casa por favor, regresemos al castillo, mientras el crepúsculo se hace noche- dijo la mujer.

-Lo que ordene señora, será un placer llevarla bajo la luna-

                   Y la diligencia dio vuelta y volvió por el camino que el diablo le trazaba a su marcha, entre las montañas a gran velocidad, hasta desaparecer entre las penumbras de una noche pálida, sin huellas, sin regresos.





                                                            -F I N             

                                                                                                             Por: Luis Sadra.




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